martes, 29 de septiembre de 2009

Cefalù y Antonello da Messina




Todo el que visita Cefalú (Sicilia) descubre la luminosidad de sus colores cálidos y su magnífico entorno: preciosas cuevas menores, ensenadas y playas, escarpados acantilados rocosos que bajan hasta el mar, olivares, huertos de naranjos y limoneros difundiendo el intenso aroma de sus flores, los montes arbolados... .Las maravillas naturales encuentran contrapeso con las obras de arte como la impresionante Catedral normando-árabe, los deslumbrantes mosaicos dorados del Pantocrator, el lavadero medieval...


...y la enigmática sonrisa del "Hombre desconocido" de Antonello Da Messina.

Tal vez resultó la búsqueda de aquel pequeño retrato lo que nos llevó a considerar un pequeño museo interdisciplinario: el museo Mandralisca, (incluye piezas arqueológicas, cuadros, colecciones malacológicas, muebles…)
Allí estaba el retrato de un hombre, que Antonello había pintado inspirado indiscutiblemente en modelos flamencos, pero con un aire italianizante y moderno diferente a los retratos de Memling que se importaban en aquellos años desde Brujas.


El retrato del "Hombre desconocido" (de aprox. 1470), con una enigmática sonrisa, con una nota de viveza expresiva y de relación directa con el visitante , se encontraba destacado sobre un fondo oscuro, y Antonello había recurrido a una gama muy limitada de blancos y negros que centraban la atención en la mirada del hombre.
Según la tradición habría sido encontrado por el barón en Lipari adaptado como la puerta de atrás de una farmacia. El personaje tal vez era un rico noble.
Sin duda los rasgos son de un hombre mediterráneo .
Antonello da Messina (siciliano) causó hondo impacto en otros pintores del sur de Italia, sobre todo por la utilización de las técnicas de los pintores flamencos.
Vasari consideraba que había sido discípulo de Van Eyck y que de ahí le venía la influencia; sin embargo, parece que Messina no viajó por Flandes o los Países Bajos.
Estas son las palabras de VASARI:

D(atur) O(mnibus) M(ori) ANTONIVS PICTOR PRAECIPVVM MESSANE SVAE y SICILIAE TOTIVS ORNAMENTVM HAC HVMO CONTEGITVR NON SOLVM SVIS PICTVRIS IN QVIBVS SINGVLARE ARTIFICIVM y VENVSTAS FVIT SED y QVOD COLORIBVS OLEO MISCENDIS SPLENDOREM y PERP y VITATEM PRIMVS ITALICAE PICTVRAE CONTVLIT SVMMO SEMPER ARTIFICVM STVDIO CELEBRATVS.

Todos hemos de morir, Antonio pintor principal gloria de su Messina y de toda Sicilia, no solo por sus pinturas de singular habilidad y belleza, con el color del óleo fue el primero en dar esplendor en Italia a la pintura, siempre los grandes artistas lo celebrarán.

viernes, 25 de septiembre de 2009

La cúpula de Santa María de la Flores de Brunelleschi




A punto de acabar mi licenciatura en Historia del Arte tenía la inquietud de tener una lista de obras preferidas y por encima del resto.
Comencé a pensar en la inmensa cantidad de pinturas que había visto en mi vida, sobre todo por la predilección que tengo por el arte de los pinceles. Recordé La Escuela de Atenas, que me hacía sentir de cerca a Platón y Aristóteles; pensé en las obras de Caravaggio, con el que entendí perfectamente lo que es el claroscuro, me detuve en los prerrafaelistas que me dejaban tocar el romanticismo, le dediqué un buen rato a las vanguardias históricas que siempre me han fascinado y como no, al impresionismo que además formaba parte de la decoración (en láminas) de mi habitación del C.M. Berrospe.
Sin embargo, pensé que con gran probabilidad mi obra de arte preferida estaría en Florencia, y así fue. Pero no era un cuadro, ni un fresco, era la cúpula que Filippo Brunelleschi construyó para Santa Maria del Fiore.

Florencia, en los últimos años del medievo, pugnaba constantemente con las demás ciudades de la Toscana, especialmente Pisa y Siena, en todos los niveles: político, religioso y cultural. Así, el levantamiento de las catedrales en estas tres ciudades se había convertido en una competición en la que demostrar no sólo al mundo, sino sobre todo a los toscanos, qué catedral era la más bella y, qué ciudad legitimaba su primacía sobre las demás. Pisa terminó a finales del siglo XIII, culmen de su hegemonía marítima, su espléndida catedral de cinco naves de ecos islámicos, y sus fantásticos baptisterio y campanile, aún famoso entonces sólo por su gran belleza. Siena completaba su catedral a comienzos del siglo XIV, un edificio imponente que dominaba desde lo alto el escarpado perfil de su ciudad. En el interior, los mosaicos del suelo y la abundancia de mármoles verdes la situaban en posición de disputar con Pisa el primer lugar. Florencia, en cambio, tenía una catedral a medio terminar, de largas paredes lisas, donde aún había que construir la cúpula, que por tamaño y esplendor, debía rivalizar conlas cúpulas más impresionantes, como la de Santa Sofía de Constantinopla.
El proyecto de Arnolfo di Cambio preveía una gran cúpula, pero pronto se dieron cuenta de que la carpintería de la época no podría construir la cimbra sobre la que levantarla, así que el agujero permaneció con el paso de los años, haciendo casi impracticable la catedral y convirtiéndose poco a poco en motivo de burla por parte de las ciudades cercanas. A finales del siglo XIV, Francesco Talenti creyó dar con la solución y construyó un tambor que debía facilitar el levantamiento de la cúpula; sin embargo, al terminarlo se vio que había sido peor el remedio que la enfermedad, y que el tambor no sólo no ayudaba a sujetar la cúpula, sino que hacía subir la altura total, algo que sólo aumentaba la dificultad global del problema.

A principios del siglo XV, el Comune de Florencia convocó un concurso buscando el maestro de obra que fuera capaz de solventar de algún modo el agujero que avergonzaba a toda una ciudad. Allí acudió un señor llamado Filippo di Ser Brunellesco, que sería más conocido posteriormente como Filippo Brunelleschi, y que hasta entonces era respetado tanto como platero (memorable altar de plata de Pistoia) como por maestro de obras, tales como la iglesia de San Lorenzo o la loggia del Ospedale degli Innocenti. A él y a Lorenzo Ghiberti, el artífice más conocido de la ciudad después de sus puertas de bronce para el baptisterio, se les asignó el hercúleo trabajo de completar la catedral.

Brunelleschi llevó la guía en todo momento de la construcción de la cúpula, si bien al principio el nombramiento como capomastro también de Ghiberti pudiera habernos hecho dudar sobre la autoría real de la obra.



La solución al agujero era tan sencilla como evidente: si no se podía construir una cimbra de madera, habría que levantar la cúpula desde el tambor. Para hacerlo, hubo que construir no sólo una, sino dos cúpulas. Una primera bóveda semiesférica y encima una apuntada, dejando vacía la parte intermedia para aligerar el peso. El método consistía en ir construyendo la cúpula en espiral, haciendo subir progresivamente el nivel de la misma, casi del mismo modo en que cae el helado de la máquina sobre el cucurucho. Para ello, había que colocar los ladrillos con un sistema conocido como "espina de pez", muy usado en la Antigüedad y que probablemente Brunelleschi conoció en un más que probable viaje a Roma. A pesar de este ingenioso recurso, el trabajo no se habría podido llevar a cabo sin las máquinas que el propio Brunelleschi diseñó para tal fin, y que hoy pueden verse en los espacios que hay de camino a la cima de la catedral.

Fue así como poco a poco la cúpula se fue completando hasta que estuvo terminada hacia 1434, siendo solemnemente inaugurada por Eugenio IV el 25 de marzo de 1436, día en que comenzaba el año en Florencia. En los años posteriores se completaron las semicúpulas de los brazos del crucero y el ábside y se culminó la cúpula con la linterna que hoy vemos.



La cúpula de la catedral de Florencia es mi preferida porque es la culminación arquitectónica en la que se combinan las tensiones desde dentro y desde fuera consiguiendo que el hombre participe del espacio casi divino que apuntan las líneas.

Leon Battista Alberti dijo que la Cúpula cubría con su sombra todos los pueblos de la Toscana; Yo creo que la cúpula es algo místico en sus líneas que no sólo no podemos descubrir sino que tenemos que dejar que nos llene, y nos acerque al lugar del que todo procede.